Ninguna idea más que el miedo se acercaba, pero si yo era la única que se movía, sentí él venía a mí, a ese ser temblado, agitado y solo, sin imagen por la posición a clave del puente.
No miento, me detuve a comprobar era humano, pues escapaba de las luces fugaces de los autos en el puente, adicional a ser miope, cobró un alma marchito sobre el barandal, entre frágil y duro; era un chico, tal vez de mi edad o un poco mas.
Estaba llorando, comprobé, y dejé de acercarme.
Crucé, no podía quedarme solo viendo, pero he sido mala siempre ayudando, ayudándome.
Él había perdido algo, y antes de caer juntos, até mi mirada al árbol bajo el puente, ahora nuestro, que me abrazó temblorosa alguna vez.
La noche siguiente, bajo la sombra de sus lágrimas se hizo una fogata.
Similar al suicidio, haber consolidado la idea de acabar con todo, suele tener un sinsabor al caer.
Todo este tiempo, has estado subiendo a lo más alto de este puente, y sin embargo la sonrisa de subir se ha ido asfixiando porque no has sabido parar.
Cansado y totalmente decidido, a que la única forma de volver a Tierra es lanzarte de él, tomando lo último que queda de oxigeno decides volver, impactar contra el suelo.
Afirmo que la caída es más lenta pues imaginé un puente muy alto.
En esa espera, tuve todo un tiempo para perdonar.
De imagen a alma y viceversa.
Sin vueltas, ni atrás.